Salto Ángel «La magia baja del Auyan Tepui en caída libre»

Transcurría el año 2004 en el pequeño pueblo de Sturgis en el estado de Michigan, Estados Unidos. Me encontraba en pleno año de intercambio estudiando mi último año de bachillerato en el Sturgis High School. Comenzaba el otoño y con él la temporada de natación del equipo masculino de los troyanos, al cual aspiraba entrar. Pero primero debía conocer al coach del equipo y recibir su aprobación.

Un día después de salir de clases, caminé hasta la piscina para conocer al renombrado Coach Martin, junto a su hija Kaci. Entro a su oficina y veo a un hombre de unos 60 años, cabello totalmente blanco, alto y muy extrovertido. Le doy la mano y le digo:

– Mucho gusto señor Martin, mi nombre es Elías Rodríguez y vengo de Venezuela. Quisiera ent… –. Y enseguida los ojos se le iluminaron y me interrumpió con una palmada en la espalda.

– ¡¿Tú eres de Venezuela?!” – preguntó gratamente exaltado­ – a lo que asentí algo confundido.

– ¡No puede ser! Venezuela. ¡El hogar del Salto Ángel, la caída de agua más alta del mundo, y una de las grandes maravillas!. ¿Supongo que has ido muchas veces, no? – preguntó él –.

– No señor Martin, la verdad es que jamás he ido al Salto Ángel – respondí algo avergonzado –.

– ¡No puede ser! – agregó impactado, y continuó –. ¿Tienes uno de los lugares más hermosos del mundo prácticamente en tu patio trasero, y me dices que jamás has ido? – y afirmó contundentemente para concluir – Me vas a llevar al Salto Ángel Elías. ¡No puedo morir sin conocerlo, y tú tampoco! –.

Así fue pues, como comenzó una increíble amistad con la familia Martin, y también la idea de visitar el Salto Ángel, junto a ellos, apenas yo estuviera de regreso en Venezuela.

Pasaron los años y finalmente el viaje al Salto Ángel se concretó. El 26 de diciembre de 2007, la familia Martin arribó al Aeropuerto Internacional de Maiquetía. Particularmente yo estaba muy emocionado, porque no podía creer que estuvieran aquí, conociendo mi país, mi hogar, mi familia y mis amigos.

EL DÍA DE SALIDA

Al día siguiente, viajamos a Pto. Ordáz, estado Bolívar, en avión comercial, para luego agarrar uno mucho más pequeño de hélice hasta la población de Canaima.

Ciudad Guayana desde el aire

El plan era el siguiente: El 27 llegábamos en la mañana a Canaima y enseguida debíamos agarrar una curiara (embarcación indígena de madera) para navegar río arriba hasta el campamento base donde pasaríamos la noche. El día 28 nos levantaríamos muy temprano para subir caminando hasta la base del Salto Ángel y poder retornar de nuevo el mismo día al campamento base, y pernoctar. El 29 en la mañana, bajaríamos nuevamente a Canaima, visitaríamos el pueblo, el salto El Hacha, y luego agarraríamos el avión que nos llevaría de regreso a Pto. Ordaz y posteriormente a Caracas.

Llegamos a mediodía a Canaima. Allí nos estaba esperando la gente que organizaba el tour. Nos montamos en una camioneta pickup que nos llevó hasta el embarcadero de las curiaras. Al llegar al embarcadero conocimos a quien sería nuestro maravilloso guía, un Pemón de unos 30 años, llamado Churún.

Churún dando las instrucciones

De esta manera emprendimos el viaje subiendo por el río Carrao, que nace desde el Este en las montañas cerca de Luepa, y cae hacia el Oeste en la laguna de Canaima. El recorrido río arriba es de aproximadamente unas cuatro horas de duración. Pero uno está tan impactado y emocionado por los paisajes que va viendo en el trayecto que el tiempo pasa volando.

La curiara se desplazaba suave pero rápidamente sobre las aguas rojizas del Carrao. El Pemón Churún iba sentado en la punta, ojo visor de cualquier piedra que se nos pudiese atravesar. Atrás íbamos mi Mamá, mi Papá, la familia Martin, compuesta por Ray Martin (el coach), Gloria Martin (la esposa del coach), sus dos hijas, Kara y Kaci, yo, y otros turistas, todos extranjeros. Es increíble lo densa que es la vegetación de la selva en este punto del río. Ambas orillas absolutamente impenetrables.

Navegando río Carrao arriba

A nuestro lado derecho siempre tuvimos sobre nosotros el majestuoso e imponente Macizo Auyán-Tepui, con sus rocas de formas realmente particulares y sus precipicios infinitos. Sin contar también las numerosas caídas vírgenes de agua que brotan del mismo. Un real espectáculo que deja boquiabierto a cualquiera.

En algún punto nos topamos con la famosa roca llamada “La Cara del Indio”, la cual figura el perfil del rostro de un indio casi perfecto. Increíble.

A las dos horas y pico llegamos a la isla La Orquídea, primera y única parada que haríamos en el trayecto de navegación. Nos bajamos, algunas personas fueron a orinar y otros nos quedamos simplemente contemplando lo bello del paisaje. Ya caía la tarde, y el sol iluminaba desde el Oeste todo con una luz dorada resaltando hasta el más mínimo detalle del Macizo que teníamos en frente. Sus miles de colores y el agua rojiza del río helado, corriendo y resplandeciendo entre nuestros pies. ¡Insuperable!. Aprovechamos de tomar una foto grupal y continuamos el viaje.

Como a 4 kilómetros de la isla cruzamos a la derecha, separándonos así del río Carrao, y comenzando a navegar ya sobre las aguas provenientes de los saltos Ángel, Arcoiris y Churún-Merú. Todos ubicados en el mismo valle. ¡Estábamos cada vez más cerca!

Hay que aclarar que al Salto Ángel se le ha llamado erróneamente Churún Merú por muchos años, su verdadero nombre indígena es, Kerepakupai Vená. El Churún Merú, es un salto de mucha menor dimensión, que queda en el mismo Cañón del Diablo.

Este afluente era muchísimo más angosto y llano que el río Carrao, por lo cual había tramos donde los indígenas tenían que bajarse de la curiara para sortearla a través de las piedras que no cesaban de golpear la embarcación por debajo.

Seguimos navegando y vimos frente a nosotros en lo alto del tepui cuatro columnas de piedra agrupadas en pares. Al preguntar qué eran, Churún respondió:

– Estamos entrando al Cañón del Diablo, esos son los cuatro guardianes que desde allí protegen el Salto Ángel… – y agregó – en cualquier momento verán el salto a su derecha.

Escuchadas las palabras de Churún, la adrenalina subió a millón, todos sacamos nuestras cámaras y nos preparamos para hacer las primeras tomas del Salto Ángel, un lugar que hasta los momentos todos habíamos visto en fotos e imaginado millones de veces, pero nada más. Ahí mismo agarramos una curva a mano derecha, fijamos las miradas en esa dirección y para sorpresa de todos apareció entre los árboles el imponente Kerepakupai Vená, también conocido como Salto Ángel. De inmediato lancé una ráfaga de por lo menos 20 fotos. ¡No lo podíamos creer! Ya estábamos allí. El salto nos recibía totalmente despejado con unas nubes de color rosado de fondo, que indicaban la puesta del sol. Desde este momento no lo volvimos a perder de vista ni por un segundo.

Nuestra primera mirada sobre el Salto Ángel

Llegamos al embarcadero del campamento base que se encuentra aproximadamente a 2,5 kilómetros del salto, y bajamos nuestro equipaje. Caminamos unos 5 minutos y del medio de la selva surgió la gran cabaña donde pasaríamos la noche.

El campamento estaba compuesto por un techo de zinc con unas 70 hamacas una al lado de la otra en su interior, dos baños para hombres y mujeres con sus duchas y la cocina. Apenas llegamos los guías se pusieron a cocinar.

Interior del campamento base

Esa noche comimos un pescado muy sabroso, nos echamos un baño y caminamos hasta el helipuerto para ver las estrellas. Echados en el suelo sobre toallas y sábanas contemplamos la inmensidad del universo y hasta algunas estrellas fugaces. Esa noche fuimos a dormir temprano ya que al día siguiente nos esperaba mucha actividad.

UN PLACER CONOCERLO SALTO ÁNGEL

Abro los ojos por la bulla de las personas del campamento y lo primero que veo es el Salto Ángel completamente despejado con un cielo azul intenso de fondo. Me levanto rápidamente para tomar fotos. ¡Jamás había visto, en fotos, una vista tan bella de este! Qué afortunados fuimos, debido a que por lo general está nublado, o con bruma.

El grupo salió a las 5 a.m. rumbo a la base del Salto Ángel, pero nosotros decidimos ir por nuestra cuenta un poco más tarde guiados por el amigo Churún. Y así a las 9 a.m., después de haber comido algo muy ligero, estábamos todos listos para la gran caminata.

Cruzamos el río en curiara, y nos bajamos en otro campamento para desde allí emprender el trayecto a pie de dos horas y media hasta la base y el pozo del Salto Ángel.

El recorrido es por el medio de la selva donde tienes que sortear muchas raíces de árboles gigantes, por lo que hay que tener cuidado de no resbalar y torcerse un pie.

¡Qué bella es la selva! Llena de cantidad de plantas, insectos y animales, sobreviviendo todos bajo las condiciones perfectas de equilibrio ambiental.

A diferencia de los demás guías que simplemente caminaban a paso acelerado para subir y bajar lo más rápido posible, Churún se dedicó a pasearnos con calma y explicarnos todo lo que íbamos observan a lo largo del camino. Se detenía a explicarnos la función de pequeñas plantas que ellos utilizan para curar diferentes dolencias, probamos la eficacia de una planta carnívora que sólo come hormigas y otros insectos, nos deleitamos con las orquídeas salvajes que nos ofrecía la naturaleza. Churún hasta consiguió una liana y al mejor estilo de tarzan nos balanceamos de un lado a otro para divertirnos y reír un rato.

– De verdad que este joven guía Pemón disfruta su trabajo al máximo – decíamos todos en el grupo.

Vale acotar que nuestro guía hizo todo el recorrido de subida y bajada descalzo. Ya debe tener un caucho en la planta del pie…

 

Y así subimos y subimos por el camino que no supone gran reto para los excursionistas, ya que no es muy empinado, y llegamos por fin a la gran roca que sirve de mirador a los pies del Salto Ángel, a escasos metros del mismo.

Los venezolanos estamos acostumbrados a ver millones de fotos del Salto Ángel a lo largo de nuestras vidas, pero ni un millón de imágenes pueden describir lo que uno siente al pararse frente a esa gigantesca maravilla natural. Qué paz se respira allí. Es algo realmente indescriptible y único…

Resulta increíble ver cómo el agua cae fuertemente del tope del salto y luego se convierte en una delgada llovizna que llega flotando lentamente hasta la base. Y más insólito aún es cómo esa llovizna crea un caudal tan fuerte de agua convertido luego en río.

Justo al llegar al mirador y con ese sueño hecho realidad frente a nosotros, el coach Martin me dio la mano, un abrazo y me dijo:

– ¡Elías, lo hemos logrado! –.

Sobre esa piedra contemplando el salto, hicimos un sabroso desayuno que nuestro amigo Churún tuvo el detalle de llevarnos. Arepitas con jamón y queso, galletas y jugo de naranja. Quién lo diría, desayunando en buena compañía a los pies de la caída de agua más alta del mundo entero. ¡Qué privilegio!

Desde allí, si uno voltea dándole la espalda al salto, puede observar el Cañón del Diablo y los saltos Arcoiris y el verdadero Churún Merú.

Estábamos bastante acalorados, y después de tomar infinidad de fotos en el mirador, decidimos bajar a echarnos un baño en el pozo que se forma de las aguas del Salto Ángel. Este es un pozo pequeño en el cual uno se puede bañar si la corriente lo permite, ya que tiene una cascada bastante importante. En este caso la naturaleza nos permitió darnos ese lujo y no vacilamos en aprovechar la oportunidad.

– ¡Qué frío coño! – fue lo que me salió del alma cuando me lancé al agua.

Exceptuando los lagos de Michigan en primavera, jamás me había bañado en un sitio tan helado en toda mi vida. Tanto así que después de 45 min. metido ahí, me comenzó a doler la cabeza y los oídos de tal forma, que me tuve que salir. Apartando eso, es algo que te renueva tanto el cuerpo como el espíritu, de una manera tal, que luego pareciera que flotaras.

Nuestro guía Churún y yo

Habiendo disfrutado todo el día allá arriba, llegó la hora de bajar al campamento base nuevamente. El camino se hizo más rápido porque íbamos de bajada, y al final de la tarde ya estábamos listos para disfrutar de una sabrosa carne «Embarazada» (En vara asada), como la llaman jocosamente allá.

Cenamos y nos pusimos a hablar con Churún, sentados tomándonos un ron. Él nos contó la leyenda de, según los pemones, cómo se formó el Salto Ángel. Lo único que recuerdo es el final, y habla de dos indígenas amantes que al verse atrapados por sus padres que no los querían juntos, se pararon en la cima del Auyán-Tepui y saltaron al vacío agarrados de manos para así morir y vivir juntos en la eternidad, creando de esta forma con su lazo de amor a lo largo de toda la caída, el Salto Kerepakupai Vená, popularmente conocido como Salto Ángel, en honor a quien en 1937, lo descubriera y notificara su existencia.

Como sugerencia les puedo decir que estando allá tengan mucho cuidado de no ingerir agua del río, ya que debido a todos los minerales y distintas propiedades que esta tiene, les puede caer muy mal, como le ocurrió a una de las hijas del coach, y posteriormente a mi también al llegar a Caracas, causando muchas nauseas y vómito.

Esa noche nos quedamos hablando un rato más hasta que el sueño nos venció.

Como anécdota graciosa les puedo comentar que a eso de las 3 a.m. me despertaron unos ronquidos del más allá que venían de por lo menos 15 hamacas más abajo. Era un extranjero, que más que persona parecía una bestia, que con cada ronquido despertaba a más y más personas. Mi Papá, que estaba durmiendo a mi lado en una de esas se despierta, se sienta en la hamaca y de la nada pega un grito diciendo en inglés:

– ¡No más ronquidos! –

De inmediato el extranjero dejó de roncar y me sorprendí porque su llamado de atención había surtido efecto. Mi Papá se acostó nuevamente, se dio media vuelta y comenzó a roncar él esta vez… ¡Este si es bravo de verdad, manda a callar al que está roncando y comienza a roncar él!

La noche fue una real desgracia debido a los ronquidos. Gracias a Dios que por lo menos hacia frío y no habían mosquitos.

HASTA PRONTO SALTO ÁNGEL

El día de dejar atrás tan mágico lugar había llegado. Nos levantamos, desayunamos y a las 8 a.m. ya estábamos dejando a nuestras espaldas la caída de agua.

Hacía un frío increíble. Churún nuevamente sentado en la punta de la curiara nos guiaba a través de las piedras y rápidos que íbamos consiguiendo en el río.

 

Llegamos a Canaima más rápido de lo que pensábamos, y como todavía teníamos algo de tiempo antes de que saliera el avión Churún nos llevó a una de las caídas de agua que alimentan la laguna de Canaima, el Salto El Hacha.

Monumental caída que tiene la particularidad de que puedes pasar por detrás de la misma hasta el otro lado por una especie de cueva, sin casi mojarte, y bañarte al final de la misma en un chorro gigante de agua natural del río Carrao.

Salto El Hacha visto desde la Laguna de Canaima

Estuvimos ahí casi dos horas, navegamos luego por la laguna de Canaima y caminamos todo su playón. Fotos iban y venían junto a un montón de risas y felicidad. El coach Martin y su familia se veían realmente felices y fascinados con toda la experiencia que habían vivido esos tres días. Estaban inmensamente agradecidos con nosotros, sus anfitriones venezolanos.

Nos cambiamos de ropa, almorzamos en un pequeño pero bonito restaurant en una churuata abierta, y nos montamos en el avión, no sin antes despedir y agradecerle enormemente a Churún quien fuese el mejor guía que nos pudo haber tocado. Intercambiamos teléfonos con él, y nos fuimos.

Despegando eché un último vistazo por la ventanilla del avión y agradecí enormemente a Dios por haber construido esta maravilla natural en nuestro país, que en realidad muchos venezolanos mueren sin conocer.

Parque Nacional Canaima, escondite de tantos secretos y enigmas milenarios, cuna de grandes paisajes y de culturas mágicas y fantásticas. De aventureros arriesgados que lo dieron todo por explorar estas extensas tierras siguiendo un sueño adornado de mitos y leyendas. Es un destino que tiene tanto para ofrecerle al viajero que aún yendo mil veces no dejarías de asombrarte y descubrir cosas nuevas.

Elías Rodríguez Azcárate


Tips del Venezolano en un Viaje

– Este es un viaje que se hace vía aérea a Puerto Ordaz y posterior vuelo de allí hasta Canaima.

– Importante incluir en todo este tipo de viajes un pequeño kit de primeros auxilios, que incluya tanto insumos para tratar golpes, torceduras y cortadas, como también medicamentos tales como antialérgicos, analgésicos, pastillas para malestar estomacal, etc.

– Importante llevar un buen repelente contra insectos. La presencia de plaga es por épocas, pero igual hay que ir siempre preparados.

– Durante la caminata hacia el salto es recomendable llevar ropa cómoda y fresca, y calzado cerrado. También un bolso liviano con agua, frutas y comida ligera. Importante no olvidar el traje de baños.

– Durante la pernocta en la selva es recomendable usar ropa abrigada ya que puede llegar a bajar mucho la temperatura.

– No beber agua de ningún río. Esto posiblemente pueda causar un gran malestar estomacal.

– Recuerden dejar todas nuestras maravillas naturales igual o mejor a como las consiguieron. Llevarse siempre la basura con ustedes y depositarla donde es debido. No extraer especies de flora y fauna del lugar. La conservación de nuestro país sólo depende de nosotros.

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